Lo último que he enseñado es la tabla del multiplicar del tres y siento que estoy volviendo a mi infancia donde todo es natural no hay dobles lecturas ni dobles intenciones; donde todo es simple y transparente; donde todo lo que das enseguida te lo devuelven con el agradecimiento de una sonrisa o un gesto de victoria.
Volviendo a estudiar las matemáticas sin usar la calculadora, los ríos, nombre de los países, recordando las reglas de las tildes en los acentos y leyendo de nuevo poesías. Y con la ilusión de estudiar con ellos las lecciones de los libros ya olvidadas, que para ellos es un mundo y para mí simplemente un recordatorio a mi memoria en una esquina arrinconada.
Solamente puedo ayudar dejando a vuestra disposición mi tiempo. Y no me siento robada porque me quitéis esos minutos de tiempo de mi vida, ya que soy egoísta y estoy con vosotros por el placer de sentir que estoy siendo útil.
Me volveis a enseñar cosas que ya he olvidado, las travesuras, los pequeños engaños para no hacer la tarea, las sonrisas cómplices y la alegría de saber que la lección está aprendida.
Y por todo ello os doy las gracias porque al final sois vosotros lo que me enseñáis de nuevo.
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